Lectura Bíblica: Carta a los Efesios 3, 8 – 12:

A mí, el menor de todos los santos, me ha sido otorgada esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo e iluminar a todos acerca del cumplimiento del misterio que durante siglos estuvo escondido en Dios, el Creador de todas las cosas, para dar a conocer ahora a los principados y a las potestades en los cielos las múltiples formas de la sabiduría de Dios, por medio de la Iglesia, conforme al plan eterno que ha realizado por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro, en quien tenemos la segura confianza de llegar a Dios, mediante la fe en él.

Reflexión:

Dios estaba completamente enterado de la rebelión de la humanidad, de mi rebelión y de la tuya e hizo planes para tratar con el problema desde antes de la creación del mundo. Su plan de Salvación tendrá final feliz y te invita a formar parte del mismo.

San Agustín comparaba este Plan de Salvación, donde habita la fe de todo cristiano, con la parábola del Buen Samaritano que se encuentra en el Evangelio de San Lucas 10, 29 – 37. (Si no la conoces, te invito a que tomes unos minutos para leerla antes de continuar. Lo siguiente se entenderá mejor si conoces la parábola.) El hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, San Agustín lo identifica con Adán (la figura de la humanidad caída), los salteadores representan al Diablo y sus ángeles (el pecado), dejarlo “medio muerto” significa que hirieron su libre albedrío con la cadena del pecado, el Buen Samaritano es Jesús, la posada es la Iglesia, el vendaje representa la represión de los pecadores, el óleo es el consuelo de la buena esperanza dada por el perdón, y el vino es exhortación para obrar fervientemente en el Espíritu.

Dios te ve herida, abandonada, media muerta. Te mira con compasión. Su corazón se parte por ti. Sabe que no te han amado bien, pues te han dejado así. Va donde ti. Se agacha. Unge tus heridas y las venda. Permanece contigo día y noche cambiándote el vendaje, limpiando tus heridas hasta que estes lista para reincorporarte de nuevo a la vida de gracia que Él ha separado para ti. Te incorpora a la Iglesia para que continues sanando y reestableciéndote. Reanima la esperanza perdida y se goza de verte de pie. No pierdas la fe. No te desanimes por tus heridas. Ellas serán Su gloria. Permítele a Jesús sanarte.

fe
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Para Pensar:

Ponte en el lugar del hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó. ¿Quién (o quienes) te asaltan? ¿Cómo te dejan? Ahora mira al Buen Samaritano, a Jesús. ¿Qué le dices mientras te mira, se agacha y comienza a curar tus heridas?

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