Lectura Bíblica: Carta a los Efesios 4, 1 – 6:

Así pues, os ruego yo, el prisionero por el Señor, que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad, continuamente dispuestos a conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como habéis sido llamados a una sola esperanza: la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que está sobre todos, por todos y en todos.

Reflexión:

Los hijos adoptivos de Dios tenemos una vocación a la que hemos sido llamados – a la santidad. Somos llamados a, como dice San Juan en su primera carta, “Quien dice que permanece en Dios, debe caminar como él caminó.” ( 1 Juan 2, 6) La santidad no se obtiene al morir. La santidad es un regalo de Dios que va perfeccionándose en nosotros en nuestro diario vivir. San Pablo nos deja algunos consejos sobre cómo caminar en santidad.

La humildad, el antídoto a la soberbia, la mansedumbre en vez de la ira y la longanimidad que se opone a la tacañería, la envidia y al egoismo. Nos recomienda también vivir la caridad con todos, la Iglesia, la familia, la comunidad, los compañeros de trabajo, los vecinos y amigos, en fin, con todos para así no causar rupturas en la unidad.

Muchas veces nuestras heridas nos han llevado a pecar de soberbia. Por ejemplo, “Yo no necesito a Dios, yo puedo hacerlo sola. Al fin y al cabo, no confio en nadie.”

La ira por lo que te pasó tiende a manifestarse de varias maneras, incluyendo comprometer la salud, conductas defensivas generalizadas, causar una impresión negativa a los demás que a su vez causa que eviten el contacto con nosotros.

La envidia nos lleva a tener celos por el bien de otros y se puede expresar en sarcasmo hacia otros, falta de empatía, complejo de inferioridad e indiferencia.

En el momento de la herida buscamos protegernos y lo hacemos por los medios que tenemos a nuestro alcance, pero si deseamos ser sanados, necesitamos ver cómo nos hemos heridos a nosotros mismos y a los demás. Una persona herida sangra sobre cualquiera que se le acerque.

Es importante sanar por medio del arrepentimiento por nuestras propias culpas e incorporar la humildad, mansedumbre y longanimidad en nuestras relaciones con los demás pues somos un sólo Cuerpo y un sólo Espíritu y nuestro Padre es Dios, pero recuerda que nadie sana en la soledad. Perteneces a una gran familia.

vocación
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Para Pensar:

¿Cuáles son esos pecados que has usado como escudo de protección: soberbia, ira, envidia, egoismo? ¿Qué puedes hacer para librarte de ese escudo, pues más adelante hablaremos de otras armaduras que Dios te quiere dar?

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