Hay mucha confusión sobre la confesión de los pecados y el arrepentimiento. Hay personas que se arrepienten y no se confiesan. Y vice versa. Hay personas que se confiesan y no se arrepienten. Comencemos por definirlos.

Arrepentimiento

El arrepentimiento es sentir remordimiento por las faltas y pecados que hemos cometido contra Dios, contra otros o contra nosotros mismos. Es humillarse ante Dios o el prójimo por el mal hecho o el bien dejado de hacer.  Es sentir el dolor que le hemos causado a otros, desear de todo corazón el perdón, proponerse no volver a causar ese daño nuevamente y tener esperanza en que Dios nos ayudará a restaurar el daño cometido. Click To TweetEl arrepentimiento genuino debe llevar a uno a querer restablecer la gracia de Dios perdida por el pecado cometido. Esa gracia se restaura mediante la confesión. El arrepentimiento debe llevarnos a la confesión.

Confesión

La confesión de los pecados para los católicos se hace por medio del sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación. En este sacramento, vamos con corazón arrepentido y le contamos al sacerdote cómo le hemos fallado a Dios y al prójimo. A veces el sacerdote nos puede ayudar mediante algún consejo. Otras veces simplemente escucha. Luego de decirle nuestros pecados al representante de Jesús, el sacerdote, en persona de Cristo, nos da la absolución de nuestros pecados y nos restaura la gracia que habíamos perdido. HAZ CLIC AQUÍ para ver un corto video sobre la Confesión.

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Confesión sin Arrepentimiento

Lamentablemente muchos católicos vamos a la Confesión con nuestra lista de pecados sin sentir el remordimiento por los mismos. El sacerdote, en persona de Cristo, nos absuelve los pecados y rápidamente volvemos a caer en los mismos pecados. El arrepentimiento es necesario porque ese dolor, ese remordimiento, ese deseo de no pecar más, nos va a ayudar a combatir la tentación de volver a pecar. No es que el arrepentimiento nos va a hacer santos que nunca más vamos a pecar, pero nos va a dar esa ayuda adicional para evitar el pecado por el dolor que nos causó.

Te doy un ejemplo. Si yo pongo mi dedo en la llama de un fuego, me va a causar dolor. La próxima vez que yo vea una llama de fuego, seguro que no voy a acercar mi dedo allí. El dolor de la experiencia que sentí me enseñó que debo evitarlo. Ese mismo efecto tiene el arrepentimiento con nuestros pecados. Por eso, el arrepentimiento debe precedir la Confesión si realmente queremos vivir en la gracia de Dios.

Arrepentimiento sin Confesión

Muchas personas dicen, ‘yo no me confieso con otro hombre’. O ‘yo me confieso directo con Dios.’ Yo creo que debemos confesarnos con Dios diariamente cuando hacemos nuestro examen de conciencia, pero Dios quiso que nos confesaramos con un sacerdote mediante el Sacramento de la Reconciliación. Jesús le dijo a sus apóstoles, en san Juan 20, 21 – 23, <<Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envio.” Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.”>> Así le dió la autoridad a sus apóstoles y a sus sucesores a perdonar o retener pecados. Para ellos poder perdonar o retener pecados, es necesario que escuchen verbalmente el pecado.

Te doy un ejemplo. Cometiste una infracción y tienes que ir delante de un juez. El juez necesita saber cuál es la infracción que cometiste para poder determinar tu culpabilidad e imponer el castigo o penalidad. Si no sabe cual es la infracción, no puede determinar la resolución. Así funciona la confesión. Si no le decimos al sacerdote nuestros pecados, ¿cómo él va a poder ejercer el mandato de Jesús de retener o perdonar?

Arrepentimiento y Confesión

Cuando el arrepentimiento genuino es seguido por el Sacramento de Reconciliación obtenemos tres beneficios importantísimos.

Recibimos el perdón de nuestros pecados y Jesús mismo vuelve a reincorporarnos en su gracia santificante y con ella, las virtudes de la fe, la esperanza, la caridad y los frutos del Espíritu Santo.

Recibimos la sanación de nuestras heridas emocionales y/o físicas. No digo que nuestras enfermedades son causadas por el pecado, pero de seguro algunas si pueden ser. Toma, por ejemplo, el paralítico de Betesda que estuvo 38 años en la camilla. Jesús lo sanó y más tarde le ve y le dice que no vuelva a pecar porque le puede pasar algo peor.

Recibimos la liberación de las ataduras del demonio y de la esclavitud del pecado.

Puntos Prácticos

  1. Lee sobre el pecado, el arrepentimiento y el perdón de David en la Biblia.
    • El Pecado – 2 Samuel 11 y 12
    • Arrepentimiento – Salmo 51
    • El Perdón de Dios – Hechos 13, 22
  2. Haz un buen examen de conciencia y pregúntate cómo se siente Dios y/o el prójimo por ese pecado cometido. Ponte en su lugar y siente su dolor. Luego, ve al Sacramento de Reconciliación. (Si te suscribes en la parte inferior de esta página, te enviaremos nuestro Examen de Conciencia gratis.)
  3. Propónte confesar con más frecuencia. La Iglesia pide que nos confesemos por lo menos una vez al año. Es recomendable para un católico practicante hacerlo enseguida si está en pecado mortal y si no, pues por lo menos una vez al mes.

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