Lectura Bíblica: Carta a los Efesios 2, 11 – 12:
Recordad, por tanto, que en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, los llamados «sin circuncisión» por los que se dicen «la circuncisión» —practicada por mano de hombre en la carne—, vivíais entonces sin Cristo, erais ajenos a la ciudadanía de Israel, extraños a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Reflexión:
Incircuncisos, gentiles, impuros – así le llamaban a los que no eran judios. Ellos eran rechazados por no venir de la descendencia de Abrahan. La circuncisión, que era practicada para recordar la alianza entre Dios y Abrahan, era necesaria para formar parte del pueblo escogido de Dios. La salvación era accesible sólo al pueblo judio, según las creencias de esos tiempos. Si no eras judio, estabas sin esperanza; no tenias acceso a la salvación.
Sentirse rechazada hace que uno piense que tiene algo que no es digno de quien no te acepta. En un momento de mi vida, mi madre, quien hasta ese momento era mi defensora activa contra quienes me difamaban, me miró con rechazo y yo sentí que quizás las difamaciones sobre mí eran ciertas. Esa mirada duró menos de 30 segundos, pero fue suficiente para afectarme por décadas. Si mi madre me miraba con rechazo, algo tuve que hacer para provocarlo. Ella NUNCA tuvo la intención de rechazarme, pero así lo interpreté yo a los 18 años de edad. Yo me sentía sola, abandonada y perdí toda esperanza. Para no ahogarme en ese dolor, me propuse ser “perfecta”. ¿Quién puede rechazar a alguien que es perfecta, verdad? Por 35 años, creí la mentira que si yo fuera perfecta, no me rechazarían. ¡Qué gran error!
Jesús vino a iluminar esas falsas creencias. Quizás en aquellos tiempos la salvación era reservada para el pueblo judio, pero Jesús rompió esas limitaciones e invita a todos los que creen a formar parte de su pueblo escogido. Él no rechaza al arrepentido. Al contrario, le invita a formar parte de su familia. San Pablo no quiere que nos olvidemos de quién eramos antes de Cristo para no volver a caer en la trampa del Maligno y para que no volvamos a vivir sin esperanza y sin Dios.
Para Pensar:
¿Cómo te ha afectado el rechazo o el abandono? ¿Cómo contrasta esto con el conocimiento de que Jesús NUNCA rechaza un corazón arrepentido?
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