Lectura Bíblica: Carta a los Efesios 1, 17 – 23

[P]ara que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda el Espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle; iluminando los ojos de vuestro corazón, para que sepáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuáles las riquezas de gloria dejadas en su herencia a los santos, y cuál es la suprema grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa. Él la ha puesto por obra en Cristo resucitándole de entre los muertos y sentándole a su derecha en los cielos, por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación y de todo cuanto existe, no sólo en este mundo sino también en el venidero. Todo lo sometió bajo sus pies y a él lo constituyó cabeza de todas las cosas en favor de la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas.

Reflexión:

San Pablo le pide a Dios para los efesios un espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle. Esto no es sabiduría humana que se adquiere mediante la inteligencia y experiencias vividas, sino una sabiduría que sólo la otorga Dios. También pide por revelación. Cuando algo es revelado podemos ver lo que siempre ha estado ahí oculto a nuestros ojos o mente. Es como ver algo que ha estado oculto detrás de una cortina y de repente el Espíritu Santo echa la cortina hacia atrás y puedes ver claramente lo que siempre ha estado ahí. ¿Te ha pasado que en ciertas situaciones que parecen no tener solución de momento te llega la solución y era tan obvia que no puedes creer que no la habias visto antes? El espíritu de revelación llega en el momento justo. Dios tiene todas las verdades y respuestas que buscamos, que con nuestro entendimiento humano nunca comprenderemos.

San Pablo le pide a Dios que le otorgue este espíritu de sabiduria (sobrehumana) y este espíritu de revelación (que sólo viene de Dios) para que puedan conocerle, y puedan reconocer la esperanza a la que son llamados, las riquezas de gloria que son su herencia y cual es el supremo poder que tienen. El mismo poder que resucitó a Cristo es nuestro. ¡Qué grande es esta verdad! Sin Dios somos débiles, pero con Él tenemos esa misma fuerza poderosa que lo resucitó de la muerte.

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Para Pensar:

¿En qué área de tu vida sientes que las fuerzas de tus enemigos, tus problemas, tus pecados, tu adicción o tu enfermedad superan las tuyas? En ti está la misma fuerza que resucitó a Jesús. Tú puedes superarlo todo con la ayuda del espiritu de revelación que te indica el camino y te da la fuerza para atravesarlo. Te aseguro que Dios está por encima de todo principado, potestad, virtud y dominación. No hay NADA que Él no pueda hacer por ti y para ti.

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